Normalmente tengo mi fuente de inspiración mientras paso el aspirador los domingos por la mañana. Y hoy, que es domingo, se me ha ocurrido escribir algo en este blog sobre mis dibujos y pinturas. Resulta que, entre 1994 y 1996, recibí clases de un señor que para mí era una autoridad en esto del pincel. Era miniaturista pero fundamentalmente restaurador. Su curriculum era extenso y variado. Allá por 1988 me lo presentó un amigo pero evité decirle que pintaba. El asunto es que para él yo era el amigo de su amigo, además de hijo de mi padre, que a la sazón era muy amigo de un tío suyo, bastante conocido en Pamplona.
Para él yo era simplemente un muchacho que trabajaba en un banco y que además tenía aficiones a la electrónica, por lo que le aconsejaba en asuntos relacionados con esa disciplina. Pero claro, un día por casualidad vio un cuadro mío y desde entonces se empeñó en darme unas clases para mejorar mi técnica. Puso mucho empeño pero creo que fracasó en el intento, dada mi resistencia a someterme a la enseñanza, además de la brevedad del tiempo empleado (unos dos años y pico).
Pero hoy quiero reseñar algo que me dijo: mira, Rafael, lo que mejor tienes para dedicarte a la pintura es que trabajas en un banco. Y aquí, más de veinte años después de su muerte, es donde me pierdo. Nunca entendí qué quiso decir. Una interpretación puede ser que, mira chaval, eres tan malo, que menos mal que tienes unos ingresos, porque de la pintura no vivirás jamás. O bien esta otra: pintas bien, pero es muy difícil vivir de la pintura. Fíjate en mí, que pinto lo que me da la gana porque soy rico. Por cierto, es el primer rico que he tenido cerca, en mi vida.
Total que hace unos quince años, siendo lo mío el dibujo y la acuarela, me metí en el proceloso mundo del óleo. Yo me decía: esto es más fácil que la acuarela, ya que si te equivocas, dejas secar y pintas encima. Pero la realidad es que el óleo no me gusta, pese a ser el mejor sistema de pintar. Siendo eso verdad, hay que tener en cuenta que es bastante engorroso y sucio el trabajo con óleo. Siempre a vueltas con el aguarrás y tal. Nada, vuelvo al dibujo y a la acuarela, que es lo que he hecho siempre, con mayor o menor fortuna.
Vuelvo a la acuarela, sí, después de dos intervenciones de cataratas que me han mantenido entretenido. Me han operado los dos ojos y tengo mucha suerte de no ser una araña, porque en ese caso habrían sido ocho intervenciones, ya que, como todo el mundo sabe, las arañas tienen ocho ojos. Así que la coartada perfecta para no hacer nada ha sido el proceso de operaciones. Ahora, con buena vista de lejos y con gafas bien graduadas para cerca podré volver a la lectura y a la pintura.
Volviendo al profesor: este hombre, que para mí era un sabio, me decía: un cuadro tiene cinco aspectos que hay que tener en cuenta, de más a menos importante:
1. Que guste
2. Que técnicamente esté bien hecho
3. Que el autor tenga premios y reconocimientos
4. Que lo puedas pagar
5. Que una vez adquirido, haya bastantes posibilidades de que se revalorice
Esto que acabo de transcribir, tiene más miga de lo que parece. El ejemplo más claro es el clásico señor que tiene un cuadro por el que pagó un huevo y al cabo de un montón de años, lo intenta vender por la décima parte del valor de compra. Esto lo he visto yo en Pamplona con mis propios ojos (antes de operar).
Termino: mi profesor, a mi amigo y a mí, nos prometió una miniatura. Jamás nos las dio, entre otras cosas porque se murió antes y no tenía ninguna intención de hacerlo. Hoy es muy difícil acceder a esas miniaturas. Los que en su día compraron una, supongo, las guardarán como oro en paño. Yo tengo localizadas dos. De la obra que quedó en casa, desconozco su estado, aunque sospecho que no es bueno. Decía que tengo localizadas dos con tan buena fortuna que un día estuve en casa de sus propietarios y le hice la foto que adjunto.
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