Se que muchos lectores, si es que hay alguno, no estarán de acuerdo con lo que aquí escribo. Pero de eso se trata, de escribir para el fiel seguidor y para el crítico. Y es que, desgraciadamente, la tan glorificada como modélica transición de 1978, ni fue modélica ni democrática. Eso sí, concitó un acuerdo entre diferentes de gran alcance, hasta el punto de que los republicanos, de repente, se hicieron monárquicos.
Remover en el pasado no sirve de nada, dicen. Vaya que si sirve. Y por supuesto, en una escala histórica, cuarenta años no es nada, teniendo en cuenta que por aquí llevamos más de quinientos reclamando lo que nos arrebataron a la fuerza. Hablo de Nafarroa.
Hay muchas personas que dicen que era lo único que se podía hacer y que no fue poco, dado que los dirigentes de entonces, eran los vencedores en la guerra. Hoy los herederos de los vencedores, siguen dirigiendo el Estado. Y siguen sin arreglarse los problemas que existían hace cuarenta años, si es que no se han agudizado. Me hago eco de las palabras de Gonzalo Puente Ojea, cuando afirma que ningún tratadista serio, discute el hecho de que en 1976-1978 no existió proceso constituyente democrático. Seguimos tutelados, como niños pequeños, eso sí, con el consenso de las fuerzas políticas vencidas en el golpe de estado de 1936. Así que un proceso de esta naturaleza, exige la formación de un Gobierno Provisional, a quien se le encomienda la ardua misión de organizar la transición pacífica del régimen anterior al nuevo. A continuación deberían elegirse por sufragio universal, unas Cortes Constituyentes encargadas de redactar la Constitución y que dicha elección tenga lugar en virtud de una convocatoria que exprese que su exclusiva misión será proceder a esa tarea redactora. Las elecciones deberán realizarse en un régimen de libertades públicas sin restricciones de ningún tipo, con plenas garantías de libre asociación política, de discusión pública de modelos o programas y con igual acceso a los medios de comunicación escrita, radiofónica, televisiva o cualquier otro medio de difusión de propiedad estatal u oficial, sin privilegios o ventajas para nadie.
La elaboración de 1978 no respetó ninguno de estos requisitos indispensables. Se trató de pactos cocinados al margen de la opinión pública, que no solo no condujeron a ruptura alguna sino que aseguraron la legitimidad de instituciones sin legitimidad democrática derivadas del golpe militar del 18 de julio de 1936 y la subsiguiente guerra.
Si algún iluso piensa que Pedro Sánchez o cualquier otro presidente, va a acometer alguna de estas ideas plasmadas más arriba, que espere sentado. En mi opinión, la democratización del Estado Español, es muy difícil por no decir imposible.
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