El título nos lleva al nombre de una orquesta, famosa por Iruña hace unos cuantos años. Pero en realidad de lo que vengo hoy a hablar, no es de mi libro, sino del período de la vida justo después de dejar de trabajar: la jubilación. En mi caso, ya han pasado diez años desde ese momento y puedo decir que he tenido tres etapas. Una inmediata nada más jubilarme, de agobio absoluto. El sentimiento de no llegar a nada y de faltarme horas. Además, la mala costumbre de comentar a todo el mundo mi nuevo estado, lo cual, os lo aseguro, no le importaba a nadie nada.
Una segunda etapa es aquella en la que, el jubilado expresa con cierta nostalgia: no tengo nada para hacer, siendo el momento de apuntarse a cualquier actividad, por ejemplo, aula de la experiencia, cursos de lenguas, sin olvidarnos del euskera, macramé, pintura o taxidermia (esto último lo reseño porque estoy viendo la serie Bates Motel).
Por último la tercera etapa, de ahí el título, podría ser: tengo todo el día libre. Lo repites como un mantra y aunque haya días, como el de hoy, que tienes mil cosas para hacer, ante la pregunta de cualquier persona, siempre le respondes lo mismo: tengo todo el día libre. Esto tranquiliza mucho al que te requiere ayuda o servicios, sabiendo que no podrás hacer nada de lo que te piden.
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