Ayer, tuve que ir a las oficinas del Ayuntamiento de la calle del mercado 7-9, para una rectificación del número de cuenta bancaria. Cuando me aproximé, observé con gran alegría que no había nadie en la oficina. Así que me acerqué al primer control de entrada y la funcionaria, tras los saludos de rigor me preguntó: ¿tiene usted cita previa? Le dije que no y a continuación me dijo que había que tener cita previa. Yo, con la tranquilidad que me inunda le dije que bien, que me pidiera la cita de marras.
Tras pedirme el DNI, el teléfono móvil y no se qué más, por fin tenía la famosa cita. Era viernes y conociendo la diligencia de la administración consideré que como pronto sería el lunes o el martes de la siguiente semana. Insisto en que en la oficina no había nadie más que los tres empleados.
Tras un rato de tensa espera, por fin me dice: tiene usted el número que aparece en el ticket y en pantalla le aparecerá su turno. No me dio tiempo ni de sentarme. Inmediatamente apareció mi número y el número de la ventanilla. Hice los trámites, que duraron unos diez minutos y resultaron exitosos. En ese rato, la oficina continuó vacía y yo me despedí, no dando crédito a lo que veían mis ojos.
Propongo cita previa para los bares, cuando vamos de potes.