Bueno, creo que por ahora ya vale de miniaturas. Hoy, día seis de enero, se cumplen los veintitrés años de su fallecimiento. Justo en ese momento, José María, tenía los años que ahora tengo yo. Por lo que está claro que no me entero del paso del tiempo, ya que en 1997 a mí me parecía que era muy mayor.
Su currículum era realmente importante según podéis ver:
De ahí deduzco que al menos por títulos, tuve un profesor competente. No tanto el alumno. Recuerdo que en 1996 el hombre casi llegó a la desesperación cuando me decía: haces lo más difícil que es dibujar y fallas en el color que es lo más fácil. Fui bastante mal alumno, todo hay que decirlo, pero le ajustaba las radios y la televisión.
De hecho, nos conocimos en 1987 por medio de un amigo común y para él, además de empleado de banco, era el experto en telecomunicaciones. Jamás le comenté que era pintor aficionado, hasta que en 1994, hice seis acuarelas con tan mala fortuna que las vio expuestas en una tienda de venta de material artístico. Me llamó como un rayo al banco y se ofreció a darme clases en su estudio. Yo no le hice ni caso, porque conocía su fama como restaurador y miniaturista y evidentemente no tenía el nivel. Pero tanto insistió que no me quedó más remedio que ir a su casa todos los martes y jueves de 6 a 8 de la tarde. Y anduve durante dos años viendo cómo él realizaba las miniaturas que voy colocando, mientras escuchábamos a Encarna de tarde y a Julia Otero.
Fue una experiencia maravillosa, porque me contaba cantidad de historias de cuando estuvo en Italia. La pena no haber profundizado más en lo de las falsificaciones y en todo lo relacionado con Paul Cooremans. Basta de rollo. Ahí os va la última miniatura. La próxima entrada será otra cosa, que ni siquiera se qué va a ser.
Plaza
No hay comentarios:
Publicar un comentario