Con este miniatura termino, de momento, la serie dedicada a las que hacía José María Rodríguez Azcárate. Recuerdo algo que me decía en referencia a la pintura: los cinco puntos para definir una obra como artística. El primer punto era que me guste. Ahí entra la subjetividad de cada uno, dado que los gustos son muy dispares. El abanico es inmenso, ya que a uno le puede entusiasmar un Miró y a otro un Rothko. A mí, qué queréis que os diga, no me gusta ninguno de los dos. El segundo, era la realización técnica de la obra, esto es, su mayor o menor perfección estética. Diríamos que en sus aspectos académicos sea correcta. En cuanto al tercer punto, nos vamos a fijar en su curriculum, esto es, estudios, premios, exposiciones, publicaciones, en una palabra, toda la parafernalia que acompaña a un artista que se precie. Vayamos al cuarto punto y no menos importante: el precio de la obra. Miramos la cartera y decimos: ¿me llega como para comprar este cuadro? ¿Está al alcance de mis posibilidades? Y ya para terminar y bastante fundamental es que una vez pasado un tiempo de su adquisición, que la obra se revalorice. No vaya a ser que nos pase como a ese pintor que alegremente vendió sus cuadros por un importe generoso y al cabo de un tiempo observa como están a la venta por una décima parte de lo que él cobró. Esto yo lo he visto en Pamplona.
¿De qué depende que un cuadro valga una fortuna o de que literalmente no valga nada? Pues uno de los factores importantes es la crítica, que puede hacer de cualquiera, un genio de la pintura perseguido por los más reconocidos marchantes. No me gusta citar pintores famosos que aún viven, pero me viene a la cabeza uno en particular, que de no haber sido por un apoyo descarado, tanto del poder político como de los medios de comunicación y la crítica, igual ni lo conoceríamos. Vaya, parece que ya he soltado quién es.
Es triste decirlo, pero dibujar y pintar bien, incluso muy bien, no sirve para nada. Como no des unas clases o te aproximes al pesebre oficial de la subvención, no tienes nada que hacer. Termino: mi profesor, no necesitaba la pintura para vivir. Pero lo que hacía, lo cobraba. Para que os hagáis una idea cobraba lo mismo que se paga a una interina por hora trabajada. En una libreta pequeña, apuntaba las horas. Claro, como invertía entre ochocientas y mil horas por miniatura, os podéis hacer una idea del precio final.
Virgen con niño