Hace tiempo que quiero escribir sobre este asunto. Es peliagudo y no se si hago bien en meterme en este jardín. Pero lo voy a intentar.
El equilibrio emocional es algo que todos deseamos. Siempre no es así. Hay circunstancias que hacen que nuestro cerebro funcione de forma defectuosa y nos provoque sufrimiento, miedo, angustia, etc.
De eso se trata. De ver qué coño pasa con ese kilo y pico que llevamos en la cabeza. Los psiquiatras, al hablar de trastornos, insisten mucho en que son de origen genético: vamos que nacemos con ellos. Los mismos psiquiatras, ante la avalancha de enfermos mentales que inundan sus consultas, van por el camino más fácil: química en forma de medicamentos para calmar la ansiedad, antidepresivos, ansiolíticos, tranquilizantes, etc. Menos problemas para el profesional y formidable negocio para las farmacéuticas, que como todo el mundo sabe, lo hacen por el bien y la felicidad de la humanidad.
Ya casi nadie se acuerda del psicoanálisis, técnicas que han dado y vienen dando buenos resultados. Son procesos largos y sobre todo muy caros. La Seguridad Social, no se lo puede permitir. Tendría que tener un ejército de psicoanalistas y en muchos casos, granjas donde las personas con trastornos más serios, puedan llevar una vida digna en contacto con la naturaleza y con trabajos de todo tipo.
Retomando el hilo del principio, si consideramos acertadas las opiniones de los expertos, de que nacemos así, como quien tiene los ojos azules, resultará que casi nada se puede hacer: educarte para convivir con tu "peculiaridad", vamos a llamarla así más que enfermedad.
Un aspecto reseñable es que las sustancias adictivas que normalmente tomamos, me refiero a las legales como tabaco, café y sobre todo el alcohol, en ciertos cerebros puede producir un efecto nefasto. Ya digo bien, ciertos cerebros. No digamos si hablamos de otras sustancias que tan alegremente corren por ahí.
Existe algo que es la adicción a las sustancias, que no sólo no mejoran el comportamiento del cerebro sino que lo esclavizan aún más. Y aquí entramos de lleno en los medicamentos que presuntamente se recetan para combatir el problema: a la larga crean adicción y no sólo no arreglan nada, sino que lo empeoran. En el mejor de los casos, logran crear zombies vivientes que no molesten al resto de la sociedad.
Esto es ya opinión mía: en la mayoría de los casos de disfunción cerebral, el asunto consiste en aprender a convivir con tu peculiaridad. No ingerir sustancia alguna adictiva, lo cual es difícil pero no imposible y lo normal es tener una vida razonablemente buena, siendo que te ha tocado vivir con tu herencia genética que igual no es la que nos gustaría.
No nos olvidemos del miedo. El miedo en su versión más extrema es la causa de los mayores sufrimientos y angustias del hombre. El miedo, en su versión más perversa, es algo tan irracional que provoca unos sufrimientos tales que, la muerte se vislumbra como la única salida. De ahí los suicidios. El que se quita la vida es porque ha llegado a un punto de angustia y sufrimiento tal que, la muerte es su única vía de escape. Dicen que, no se publicitan los suicidios, para no animar a más gente a tomar esa decisión. Pero las cifras de suicidas deben ser muy abultadas.
Vivimos en un mundo donde los estímulos, el intento de felicidad exprés corren por doquier. Para ello vivimos rodeados de un amplio abanico de estímulos y sustancias gratificantes que pueden mitigar nuestra angustia y miedos congénitos. Es ridículo intentar solucionar con lo que escribo algo que atañe a la complejidad del cerebro humano. Pero si tus herencias genéticas te hacen ser un poco diferente, más te vale que te olvides de todo tipo de estimulante: vamos, vivir como lo hace un perro que no toma ni alcohol, ni café, ni fuma ni toma pastillas. En un cerebro, vamos a llamarle "especial", esas sustancias son auténtico veneno y lejos de mejorar su funcionamiento, lo empeoran a límites increíbles.
Sin embargo, si no entras dentro de esa categoría citada antes, podrás disfrutar de esos pequeños placeres de la vida, como puede ser un vaso de buen vino o una copa. No hay problema alguno para la mayoría de los mortales.