lunes, 4 de noviembre de 2024

ELEGIA (M. Hernández)

En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo, Ramón Sijé, a quien tanto quería.

No quiero ser llorando el hortelano,

de la tierra que ocupas y estercolas

compañero del alma, tan temprano

Alimentando lluvias, caracolas

y órganos mi dolor sin instrumento

a las desalentadas amapolas

Daré tu corazón por alimento

tanto dolor se agrupa en mi costado 

que por doler, me duele hasta el aliento

Un manotazo duro, un golpe helado,

un hachazo invisible y homicida

un empujón brutal, te ha derribado

No hay extensión más grande que mi herida

lloro mi desventura y sus conjuntos 

y siento más tu muerte que mi vida

Ando sobre rastrojos de difuntos

y sin calor de nadie y sin consuelo

voy de mi corazón a mis asuntos

Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada

temprano estás rodando por el suelo

No perdono a la muerte enamorada

no perdono a la vida desatenta

no perdono a la tierra ni a la nada

En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas estridentes,

sedienta de catástrofes y hambrienta

Quiero escarbar la tierra con los dientes

quiero apartar la tierra parte a parte

a dentelladas secas y calientes

Quiero minar la tierra hasta encontrarte

y besarte la noble calavera

y desamordazarte y regresarte

Volverás a mi huerto y a mi higuera

por los altos andamios de las flores

pajareará tu alma colmenera

De angelicales ceras y labores

volverás al arrullo de las rejas

de los enamorados labradores

Alegrarás la sombra de mis cejas,

y tu sangre se irá a cada lado

disputando tu novia y las abejas

Tu corazón, ya terciopelo ajado,

llama a un campo de almendras espumosas

mi avariciosa voz de enamorado

A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero,

que tenemos que hablar de muchas cosas

compañero del alma, compañero.



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