Es verdaderamente extraño que, en este blog se hable de religión y en este caso, cristiana. Pero no me queda más remedio después de haber seguido las publicaciones de Fernando Conde Torréns, que llega a unas conclusiones muy parecidas por no decir idénticas a lo que descubrí el año 1964 en la carrera de filosofía/teología. Han pasado muchos años, pero en aquellos tiempos, el profesor de historia, escolapio él, nos comentó un par de cosas interesantes: que no había documento escrito alguno del nuevo testamento en los cuatro primeros siglos de la era cristiana y que el gran descubrimiento fue cuando en unas cuevas del Qumran, unos pastores hallaron unas tinajas con unos papiros con escritos evangélicos. Se hizo la prueba del carbono 14, novedosa en aquellos años y oh sorpresa: los papiros databan del siglo IV de nuestra era.
Así que entre el año 1 y el trescientos y pico, según la numeración admitida en bastantes partes del mundo, sobre todo cristianas, no aparece texto alguno escrito por esos cuatro evangelistas.
Y aquí aparece Fernando Conde, afirmando que esos textos, fueron una creación de dos personas muy concretas, cercanas al emperador Constantino: Eusebio de Cesarea y Lactancio.
Cuando estudié teología, me quedó muy claro que todo, todo, era un cuento similar a las increíbles aventuras de Don Quijote de la Mancha. Pero claro, cualquiera dice que no, a una religión instaurada oficialmente por el emperador y que de no seguirla tenía muy malas consecuencias para los díscolos. Siempre he afirmado ante amigos y conocidos, que la mejor universidad del ateísmo son los conventos y seminarios.
Y es que hay que tener tragaderas para, sin pestañear, admitir a pie juntillas como se dice, que un señor que ha muerto, pueda resucitar. Y el cuento ha funcionado durante más de 2000 años. Y según parece sigue funcionando.
Cuando Lactancio y Eusebio escribieron los textos, no era el año 303 D.C. y siguientes, sino el 1056 desde la fundación de Roma. Al fín y al cabo, el invento del año 1 hasta hoy, según dice wikipedia se le atribuye a un tal Dionisio el exiguo, sobre el siglo VI, siglo que por supuesto tampoco existía como tal. Además dudo mucho que el calendario por años tuviera un uso práctico entre la población, empleándose el calendario juliano, primero de diez meses y luego de doce, hasta la invención del calendario gregoriano, sobre el siglo XVI.
Es muy difícil saber lo que realmente sucedió en aquellos años, dado el tiempo transcurrido. El mismo profesor de historia que os he citado al principio, nos decía que todo relato que tenga más de cien años hay que cogerlo con pinzas. Hoy sabemos, con la cantidad de medios de comunicación y con tecnología de última generación, que, acceder a la verdad de lo que realmente ocurre ahora, es prácticamente imposible.
La consecuencia final es que según los estudios de Fernando Conde, es más que dudosa la existencia real del tal Jesús de Nazaret. Todo fue una creación literaria muy posterior a los hechos relatados. El mismo profesor de historia, aparte de afirmar que los primeros textos eran del siglo IV, decía que lo normal en aquellos tiempos era la transmisión oral más que escrita y que de lo escrito había múltiples falsificaciones e interpolaciones según los gustos de cada grupo de poder. Eso me quedó muy clarito hace casi sesenta años.
No quiero seguir por aquello de quid multus probat, nihil probat. Además estoy seguro que este texto va a mosquear a más de un creyente.