Está de moda la alta cocina. Y me da en el morro que, es uno de los mayores timos que venimos soportando en los últimos tiempos.
Todo se debe a que, debido a una serie de circunstancias, me está tocando cocinar. Y claro, cuando degusto mis propios platos, me acuerdo de las diferentes bazofias que he ingerido a lo largo de mi vida en diferentes figones, a precio de oro.
No voy a citar el nombre pero me voy a centrar en un restaurante en el que alguna vez he pedido solomillo. No suelo repetir porque siempre se me hace difícil de masticar. Igual no es de ternera, no se. Pero sí recuerdo el año 2019, ya que un sobrino, agradecido por la reparación de una radio de época, nos regaló un menú para dos, en el Altxunea de Ituren. Y se me quedó grabado lo bueno que estaba el solomillo que entraba en el menú, así como la merluza a la brasa. Resultó ser el mejor solomillo de ternera que había comido en toda mi vida. Y ahora viene lo realmente bueno: he aprendido a hacerlo, acompañado de pimientos del pikillo. Bueno, pues resulta que el mío es mejor que el del Altxunea. El secreto, la calidad del producto y la especial manera de cocinarlo.
El otro día, hice patatas a la riojana. Me salieron tan buenas que casi se me caían las lágrimas. Y me hice la siguiente reflexión: si el nominado y famoso cocinero afincado en Madrid, en alguno de sus afamados restaurantes me saca estas patatas, le pago quinientos euros y le dejo cien de propina. Pero la realidad no es así. El año pasado sufrí una cena en uno de sus restaurantes y a mí me pareció auténtica basura. Eso sí, basura pagada de nuevo a precio de oro.
Y es que, la gente que tiene dinero, disfruta malcomiendo para luego presumir de lo que ha pagado. Es como aquel que tiene un cuadro de millones de euros, para presumir ante las visitas y que por supuesto no le gusta nada.
Estuvimos no hace mucho en otro restaurante de campanillas, próximo a Iruña, con no se si una o dos estrellas Michelín. Estábamos dos parejas en el comedor y siete personas entre cocineros, camareros, sumiller, etc. para atendernos. En un momento determinado, se acercó el chef, siempre se acercan a ver qué tal y claro hay que decir que bien. Nos contaba que hay gente que viene en su jet, para comer en su restaurante. Un jet que cuesta millones de euros.
¿Sabéis qué fue lo que más me impresionó y quedó grabado en mi memoria de otro restaurante de fama mundial? Que al llegar, que por cierto llovía a mares, un empleado me pidió las llaves del coche para aparcarlo. Después de la comida se acercó el chef, que a ver de dónde éramos y tal y cual.
El año pasado fui a comer con un amigo a un restaurante especializado en arroces. Pedimos ambos lo mismo: arroz con almejas. ¿Sabéis lo que le dije a mi amigo? Que el que hago yo, es muchísimo mejor.
En general y salvo excepciones, todos el mismo cuento. Precios desorbitados para comer bastante peor que la comida que un jubilado que no tiene ni puta idea de cocina, prepara a diario.
Cocinar es como pintar. Como ahora no pinto, cocino. Además la ventaja es que aunque no pinto no importa, pues los cuadros no me los puedo comer, mientras que lo que cocino sí. Y qué a gusto.
Los mejores restaurantes tienen la cocina a la vista. Alberto Chicote ya nos da la pista en sus programas de tv, de cómo están las cocinas de muchos restaurantes. Un conocido mío, que trabajó en la cocina de uno de ellos, me dijo que si viéramos lo que realmente pasa en casi todas las cocinas, no pisaríamos un restaurante en la vida. Somos fuertes y nuestro sistema inmunitario, de momento, puede con todo. Y por favor, que no se sienta señalado si algún cocinero es de los que tienen la cocina como los "chorros del loro".
Pocos restaurantes me gustan, para qué os voy a engañar. Me quedo con Casa Arteta en Markalain y poco más, porque el Altxunea de Ituren, ha chapado por jubilación.
Me alegra, sobre todo pensando en el sector de hostelería que, después de la pandemia, sea casi imposible comer en restaurante alguno, si no es mediante reserva. Yo seguiré comiendo, faltaría más, pero a poder ser en casa. Además la pista la tenemos con ese magnífico programa que emite RTVE llamado "las recetas de Julie". Ahí se muestra que la mejor comida es la hecha por buenos cocineros en el fogón de casa.
Encima, internet no ayuda mucho: hay gente que se guía por las opiniones en páginas web y demás foros. No se dan cuenta que esas opiniones, sean buenas o malas, no sirven de nada, pues lo mejor es comprobarlo por ti mismo. No olvidemos el aforismo de la Codorniz, revista humorística de los años 50: "donde no hay publicidad, resplandece la verdad".
Termino: tengo un capricho. Comer en el restaurante Troisgros, en Ouches, Roanne (France). Tienen la cocina a la vista.