Navidad 2005, Plaza del Baluarte.
Reconozco que cada día que pasa más me sorprende internet. Resulta que ando interesado en los libros que se publican sobre el golpe de estado de 1936. Y recientemente he leído dos de Miguel Sánchez Ostiz: El Escarmiento y El Botín, para más señas, y cuál es mi sorpresa cuando descubro que tiene un blog. Claro el llegar a ese blog me ha posibilitado husmear en los que él tiene como favoritos o recomendados, no se. Pero el meollo de la cuestión es el comprobar que hay auténticas maravillas en la red. Y que mi blog, además de inconstante, no les llega ni a la suela del zapato. Zapatero a tus zapatos que diría el otro y lo mío no es precisamente la literatura.
Así que empiezo a descubrir auténticas joyas en la web. Siempre he sido reacio a facebook y a twitter y me mantengo con la misma idea. Me di de alta en facebook y no duré ni un mes. Con rapidez procedí a borrarme, lo que costó lo suyo. Una vez que te das de alta, el sistema es puntilloso y no deja que te vayas. Al final tuve que decirle al robot como causa de mi baja, que era temporal. Y ahí seguimos.
Y es que, lo existente en internet, es similar a un inmenso almacén donde hay de todo. Todo mezclado y revuelto y con una particularidad: lo que aparece en primer plano no tiene por qué ser lo mejor. Por eso, si revuelves en ese rastro gigantesco te puedes encontrar con joyas y rarezas. De hecho, hoy de casualidad he encontrado un blog, el gatopardo o algo así creo recordar, donde entre cientos de asuntos habla de Pío Baroja, bajo un punto de vista bastante peculiar.
Estoy totalmente de acuerdo con Miguel Sánchez Ostiz cuando dice que vivimos en un estado policial. Es la cosa tan cierta, que en vista de como se están poniendo las cosas igual la solución está en que todos nos hagamos policías. Bueno, ya casi estamos en ello desde el momento en que hagas lo que hagas, siempre tienes algún observador tras la celosía, que en caso de duda no se corta un pelo y llama a la autoridad. Lo tengo muy comprobado por una anécdota que le ocurrió a este humilde bloguero. Sin consecuencias, pero que nos muestra, cómo un ejército de ojos nos vigila, además de todos los artilugios electrónicos como videocámaras y demás.
No quiero terminar estas reflexiones que, probablemente no leerá casi nadie, sin apuntar algo que si hace años lo tenía claro, ahora lo tengo comprobado: todas las llamadas telefónicas que se hacen, sean por teléfono fijo o móvil, se graban. O sea cuando llamamos al restaurante para que nos traigan una pizza, eso queda registrado. Es un consuelo saberlo. Antes te quedaba la duda. Ahora ya sabemos que es seguro. Ojo, eso si eres un ciudadano ejemplar. Como seas sospechoso o algo interesante para el gran hermano, te siguen hasta el último rincón del mundo, hasta el catre. que diría un amigo. Es muy divertido.