Desde que el pasado día 11 de septiembre comencé a pintar de una forma continua, he descubierto algo que para mí es de suma importancia. Probablemente lo que voy a explicar será cosa sabida por mucha gente, pero insisto que para mí ha sido todo un descubrimiento. Se basa en la forma diferente de acometer la pintura en el pasado, con respecto a la forma en la que lo hago en la actualidad. De alguna manera, cuando me enfrentaba a un nuevo cuadro, en mi mente estaba el terminarlo y empleaba más o menos tiempo en su confección. Si era un encargo, el cliente normalmente apremiaba, lo cual me hacía ir más rápido o le dedicaba más tiempo. Pero si el cuadro en cuestión presentaba algún problema, lo normal es que lo dejase para pintar otro. Así, si un cuadro se resiste, puede pasarse en el estudio meses, incluso años.
Al inicio de un cuadro, anidaba en mi cabeza la idea de terminarlo. El objetivo era ver el cuadro acabado y para ello empleaba más o menos tiempo. Pero en la nueva etapa, en la que pinto todos los días, descubro que ya no me importa terminar la obra, sino pintar todos los días, sin preocuparme del tiempo que me pueda costar. Que el cuadro se acabe, ya no tiene importancia por tres razones: no pinto por encargo, nadie espera mis obras y por último apenas tienen relevancia. Pero al pintar todos los días sin dejar ni uno, resulta que llega un momento que el cuadro se acaba sólo. Sí, aunque parezca increíble, el cuadro se termina. Eso conlleva que al no tener una meta, una fecha para su acabado, el resultado es increíble.
Lejos, muy lejos están los tiempos en los que hacía una acuarela en dos horas e incluso en menos tiempo. Etapas en los que la pintura era como una obligación a plazo fijo, con la esperanza y prisa por terminarla a fin de dedicarme a otros menesteres. Pintaba con la prisa de ver la obra acabada, porque en el fondo odiaba hacerlo. Ahora el pintar es parte de las obligaciones diarias de la vida, da igual que le dedique un cuarto, media o una hora. No importa. El caso es no parar. El caso es tener en la recámara temas para hacer. Afortunadamente tengo nueve en espera, lo que me ocupará hasta la mitad del año próximo. Conforme se vayan terminando surgirán otras y otras....
Ahora entiendo las razones por las que Antonio López, tardó más de diez años en hacer el cuadro de la familia real: simplemente no trabajaba todos los días en ese cuadro. Si lo hubiera hecho, el cuadro se habría hecho a sí mismo en menos de un año o como mucho dos.
Para terminar debo decir que el boceto que veis, lo inicié hace aproximadamente unos quince años y jamás acabaré el cuadro (era un encargo).